martes, 4 de junio de 2013

La bestia del metro

En muchas ciudades al rededor del mundo se utiliza un medio de transporte llamado metro, que consiste a grandes rasgos en un enorme vehículo de metal dividido en varios vagones que se mueve sobre unos rieles que recorren toda o parte de una ciudad. Es como un tren, solo que el metro por lo regular se mueve por debajo de la tierra, a través de oscuros túneles, y es precisamente en uno de estos metros subterráneos donde supuestamente aconteció esta historia.

Había sido un día extenuante en el trabajo, Arturo Rivera caminaba lentamente por las empapadas calles de la ciudad, con el pesado maletín de piel en una mano, y la carpeta llena de papeles en la otra. No había comido nada desde las dos de la tarde y ya eran las nueve y media de la noche, estaba cansado y como no traía tanto dinero como para tomar un taxi hasta su hogar, decidió tomar el metro, después de todo vivía a una calle de la estación número cinco, tardaría una hora o cuarenta minutos a lo máximo en llegar a su casa.

Como de costumbre, la estación estaba llena de gente que como él, volvían de un arduo día de trabajo, y se dirigían a sus hogares.

Esperó pocos minutos en el andén para que llegara el metro. Estaba casi vacío, pero no tardo en llenarse, como era de esperar, los asientos se ocuparon nada más subir la gente, y al cansado Arturo no le quedó más remedio que ir de pie, llevando la carpeta llena de papeles bajo la axila y el maletín en una sola mano, mientras se agarraba al tubo del techo con la otra.

De lo cansado que iba se quedó dormido por momentos, pero el ajetreo de la gente amontonada lo despertaba, pasaron tres estaciones, y el metro se fue vaciando, entonces Arturo pudo sentarse y se quedó profundamente dormido.Una brusca sacudida lo hizo caerse del asiento.

Arturo se despertó de inmediato, observo a su alrededor, las luces del vagón eran tenues y parpadeaban, afuera del vagón todo estaba oscuro.

Un cosquilleo le recorrió la espalda, era miedo, pero lo descarto de inmediato en cuanto se puso de pie y se arregló el saco y la camisa, observo a su alrededor, los papeles estaban regados por el suelo, y su maletín había acabado en la otra orilla del vagón, que apenas Arturo noto, estaba vacío. Un escalofrió le recorrió el cuerpo y una gota de sudor resbalo por su mejilla, al tiempo en que su mente intentaba asimilar lo que ocurría.

Estaba solo en el vagón del metro, que al parecer había frenado en mitad del túnel, y seguía sin moverse.

—Una falla quizás —Dijo para sí mismo al tiempo en que recogía sus cosas.

Un ruido interrumpió sus pensamientos, el ruido de algo golpeando el cristal. Arturo salto por el susto y se volteó rápidamente con el maletín en alto como un escudo.

—Hey, tranquilo —Dijo una voz de varón— ¿Usted apretó el freno de emergencia o algo?

Arturo se tranquilizó y se regañó mentalmente por su actitud tan infantil, estaba en el metro, no en una película de terror, así que bajo el maletín y se dirigió a la puerta que separaba los vagones, allí había un hombre que no se veía peligroso, el hombre era de tez morena, vestía una camiseta de color blanco y un pantalón deportivo.

—No he sido yo, ¿Qué ha pasado? —Respondió Arturo.

El hombre al otro lado del cristal negó con la cabeza.

—No se amigó, pero sí que ha sido raro, ¿en qué estación estamos, o a cuál cree que estamos a punto de llegar?

Arturo se encogió de hombros, la última estación que recordaba fue la numero tres, donde por fin pudo sentarse y dormirse.

En eso estaban platicando, aunque ninguno de los dos intento abrir la puerta que los separaba, quizás era por la psicosis típica de las grandes ciudades, el miedo a ser agredido por un extraño.

De pronto algo golpeo el techo del vagón donde Arturo se encontraba..

— ¿Qué ha sido eso?

Ambos hombres se alejaron de la puerta y observaron el techo, cuando escucharon un ruido como de pisadas que se alejaba de ellos.

—Una rata —Dijo el hombre al otro lado de la puerta.

Arturo no dijo nada, pero él pensaba que una rata no podía provocar semejante ruido, al menos que fuera una rata muy grande.

De nuevo escucharon el ruido como de pisadas, pisadas rápidas que ahora venían hacia ellos, y luego, cuando ya estaban sobre ellos, hubo silencio.

— ¿Qué demonios? —Mascullo Arturo mientras se asomaba por las ventanas, pero era imposible ver algo, todo estaba muy oscuro.

— ¡Ahhh!

El grito desgarrador del otro hombre le helo la sangre a Arturo, de inmediato se lanzó contra la puerta e intento abrirla, pero justo cuando alzo la vista y observo por el cristal rectangular de la puerta la sangre se le helo, y no pudo hacer más que mirar como un horrendo ser con forma de rata humanoide, del tamaño de un hombre adulto destrozaba al pobre sujeto del otro vagón.

Horrorizado, Arturo retrocedió lentamente, pero los nervios le traicionaron y dejo caer el maletín.

La criatura volvió su horrenda cara hacia Arturo. Aquella cosa tenia un rostro canino, no tenia pelo sobre él, tampoco labios, y sus enormes y afilados dientes estaban manchados de sangre.

El monstruo aulló, un sonido que Arturo no había escuchado nunca, y con una gran agilidad se puso de pie y salto por la ventana del metro que estaba abierta y luego vio como la enorme cola de la criatura que al parecer terminaba en una extraña y enorme garra sujetaba el cuerpo del hombre del otro vagon y lo arrastraba con ella a las profundidades del subterráneo.

Arturo no pudo quedarse allí más tiempo, algo dentro de él le decía que la bestia volvería por el pronto, tenía que huir, se apresuró a abrir una de las ventanas del vagón, pero no tuvo éxito, así que comenzó a golpear y patear el cristal hasta romperlo, luego retiro los vidrios con su saco y salió hacia la oscuridad del túnel, para después hechar a correr con el corazón a tope rogando porque la estación anterior no estuviera lejos.

No estuvo seguro de cuánto tiempo corrió pero durante todo el tiempo pudo escuchar las garras del monstruo detrás de él y su aterrador aullido.

Por fin vio la estación del metro, había unas cuantas personas allí, corrió hacia ellas gritando que le ayudaran que había una criatura en el subterráneo.

Nadie hizo nada, incluso se alejaban de él diciéndole loco, hasta que los guardias de seguridad de la estación lo detuvieron y lo llevaron a su oficina, allí él les relato su historia, los hombres no le creyeron,  y lo amenazaron con llevarlo a un manicomio, Arturo les dijo que fueran  revisar.

—Vayan, encontraran el vagón lleno de sangre, ¡mato a un hombre!

En eso entro uno de los encargados de mantenimiento.

—Señor, el metro T-0171 acaba de llegar a la siguiente estación, esta vacío, y limpio

Arturo casi se ahoga al escuchar aquello.

—No puede ser, yo lo vi, no debe ser el tren…no debe…

— ¿Usted es Arturo Rivera? —Pregunto el hombre de mantenimiento, y en cuanto Arturo le dijo que si, le entrego su maletín— Esto es suyo, estaba en el vagón, ni sangre ni nada, pero encontré también esto...

— ¿Pastillas? —Dijo el jefe de seguridad.

—Sí, vera sufro de estrés y me ayudan a relajarme —Explico Arturo.

— ¡Pues ya está!, señor, procure no tomar estas cosas estando tan cansado, ha de haber tenido una alucinación, por hoy lo dejaremos marchar, por favor que no vuelva a repetirse. Bueno, ¿quiere que uno de nosotros le acompañe a su estación?

Como Arturo no llevaba más dinero, acepto, les dijo a qué estación iba, se había pasado por dos, pero un oficial se ofreció a acompañarlo.

Subieron a un vagón repleto de gente, esta vez Arturo no se durmió, y observo atentamente la oscuridad de afuera, alumbrada por momentos por las luces del metro, y entonces lo vio, allí estaba la criatura, parada sobre sus dos patas traseras, como un hombre, su enorme cola que terminaba en una garra estaba al lado de sus patas, y sobre su hombro llevaba el cuerpo del tipo del vagón.

Arturo no pudo evitarlo, el miedo que tenía fue demasiado, y se orino, no podía decir nada, nadie le creería, pero los ojos de aquella bestia, amarillos y brillantes lo perseguirían por toda su vida.


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