En muchas ciudades al rededor del mundo se utiliza un medio de transporte llamado metro, que
consiste a grandes rasgos en un enorme vehículo de metal dividido en varios vagones que se mueve
sobre unos rieles que recorren toda o parte de una ciudad. Es como un tren, solo
que el metro por lo regular se mueve por debajo de la tierra, a través de
oscuros túneles, y es precisamente en uno de estos metros subterráneos donde
supuestamente aconteció esta historia.
Había sido un día
extenuante en el trabajo, Arturo Rivera caminaba lentamente por las empapadas
calles de la ciudad, con el pesado maletín de piel en una mano, y la carpeta
llena de papeles en la otra. No había comido nada desde las dos de la tarde y
ya eran las nueve y media de la noche, estaba cansado y como no traía tanto dinero como
para tomar un taxi hasta su hogar, decidió tomar el metro, después de todo
vivía a una calle de la estación número cinco, tardaría una hora o cuarenta
minutos a lo máximo en llegar a su casa.
Como de costumbre, la
estación estaba llena de gente que como él, volvían de un arduo día de trabajo,
y se dirigían a sus hogares.
Esperó pocos minutos en
el andén para que llegara el metro. Estaba casi vacío, pero no tardo en
llenarse, como era de esperar, los asientos se ocuparon nada más subir la
gente, y al cansado Arturo no le quedó más remedio que ir de pie, llevando la
carpeta llena de papeles bajo la axila y el maletín en una sola mano, mientras
se agarraba al tubo del techo con la otra.
De lo cansado que iba se quedó dormido por momentos, pero el ajetreo de la gente amontonada lo
despertaba, pasaron tres estaciones, y el metro se fue vaciando, entonces
Arturo pudo sentarse y se quedó profundamente dormido.Una brusca sacudida lo hizo caerse del asiento.
Arturo se despertó de
inmediato, observo a su alrededor, las luces del vagón eran tenues y
parpadeaban, afuera del vagón todo estaba oscuro.
Un cosquilleo le
recorrió la espalda, era miedo, pero lo descarto de inmediato en cuanto se puso
de pie y se arregló el saco y la camisa, observo a su alrededor, los papeles
estaban regados por el suelo, y su maletín había acabado en la otra orilla del
vagón, que apenas Arturo noto, estaba vacío. Un escalofrió le recorrió el
cuerpo y una gota de sudor resbalo por su mejilla, al tiempo en que su mente
intentaba asimilar lo que ocurría.
Estaba solo en el vagón
del metro, que al parecer había frenado en mitad del túnel, y seguía sin
moverse.
—Una falla quizás —Dijo
para sí mismo al tiempo en que recogía sus cosas.
Un ruido interrumpió
sus pensamientos, el ruido de algo golpeando el cristal. Arturo salto por el
susto y se volteó rápidamente con el maletín en alto como un escudo.
—Hey, tranquilo —Dijo
una voz de varón— ¿Usted apretó el freno de emergencia o algo?
Arturo se tranquilizó y
se regañó mentalmente por su actitud tan infantil, estaba en el metro, no en una película de terror, así que bajo el maletín y se dirigió a la
puerta que separaba los vagones, allí había un hombre que no se veía peligroso, el hombre era de tez morena, vestía una camiseta de color blanco y un pantalón deportivo.
—No he sido yo, ¿Qué ha
pasado? —Respondió Arturo.
El hombre al otro lado
del cristal negó con la cabeza.
—No se amigó, pero sí
que ha sido raro, ¿en qué estación estamos, o a cuál cree que estamos a punto
de llegar?
Arturo se encogió de
hombros, la última estación que recordaba fue la numero tres, donde por fin
pudo sentarse y dormirse.
En eso estaban
platicando, aunque ninguno de los dos intento abrir la puerta que los separaba,
quizás era por la psicosis típica de las grandes ciudades, el miedo a ser agredido por
un extraño.
De pronto algo golpeo el techo del vagón donde Arturo se encontraba..
De pronto algo golpeo el techo del vagón donde Arturo se encontraba..
— ¿Qué ha sido eso?
Ambos hombres se
alejaron de la puerta y observaron el techo, cuando escucharon un ruido como de
pisadas que se alejaba de ellos.
—Una rata —Dijo el
hombre al otro lado de la puerta.
Arturo no dijo nada,
pero él pensaba que una rata no podía provocar semejante ruido, al menos que
fuera una rata muy grande.
De nuevo escucharon el
ruido como de pisadas, pisadas rápidas que ahora venían hacia ellos, y luego,
cuando ya estaban sobre ellos, hubo silencio.
— ¿Qué demonios?
—Mascullo Arturo mientras se asomaba por las ventanas, pero era imposible ver
algo, todo estaba muy oscuro.
— ¡Ahhh!
El grito desgarrador
del otro hombre le helo la sangre a Arturo, de inmediato se lanzó contra la
puerta e intento abrirla, pero justo cuando alzo la vista y observo por el
cristal rectangular de la puerta la sangre se le helo, y no pudo hacer más que mirar
como un horrendo ser con forma de rata humanoide, del tamaño de un hombre
adulto destrozaba al pobre sujeto del otro vagón.
Horrorizado, Arturo retrocedió lentamente, pero los nervios le traicionaron y dejo caer el maletín.
La criatura volvió su
horrenda cara hacia Arturo. Aquella cosa tenia un rostro canino, no tenia pelo sobre él, tampoco labios, y sus enormes y afilados dientes estaban manchados de sangre.
El monstruo aulló, un
sonido que Arturo no había escuchado nunca, y con una gran agilidad se puso de
pie y salto por la ventana del metro que estaba abierta y luego vio como la
enorme cola de la criatura que al parecer terminaba en una extraña y enorme garra
sujetaba el cuerpo del hombre del otro vagon y lo arrastraba con ella a las profundidades del subterráneo.
Arturo no pudo quedarse
allí más tiempo, algo dentro de él le decía que la bestia volvería por el
pronto, tenía que huir, se apresuró a abrir una de las ventanas del vagón, pero
no tuvo éxito, así que comenzó a golpear y patear el
cristal hasta romperlo, luego retiro los vidrios con su saco y salió hacia la oscuridad del túnel, para después hechar a
correr con el corazón a tope rogando porque la estación anterior no estuviera
lejos.
No estuvo seguro de cuánto
tiempo corrió pero durante todo el tiempo pudo escuchar las garras del monstruo
detrás de él y su aterrador aullido.
Por fin vio la estación
del metro, había unas cuantas personas allí, corrió hacia ellas gritando que le
ayudaran que había una criatura en el subterráneo.
Nadie hizo nada, incluso
se alejaban de él diciéndole loco, hasta que los guardias de seguridad de
la estación lo detuvieron y lo llevaron a su oficina, allí él les relato su
historia, los hombres no le creyeron, y
lo amenazaron con llevarlo a un manicomio, Arturo les dijo que fueran revisar.
—Vayan, encontraran el vagón
lleno de sangre, ¡mato a un hombre!
En eso entro uno de los
encargados de mantenimiento.
—Señor, el metro T-0171
acaba de llegar a la siguiente estación, esta vacío, y limpio
Arturo casi se ahoga al
escuchar aquello.
—No puede ser, yo lo
vi, no debe ser el tren…no debe…
— ¿Usted es Arturo
Rivera? —Pregunto el hombre de mantenimiento, y en cuanto Arturo le dijo que
si, le entrego su maletín— Esto es suyo, estaba en el vagón, ni sangre ni nada,
pero encontré también esto...
— ¿Pastillas? —Dijo el
jefe de seguridad.
—Sí, vera sufro de
estrés y me ayudan a relajarme —Explico Arturo.
— ¡Pues ya está!,
señor, procure no tomar estas cosas estando tan cansado, ha de haber tenido una
alucinación, por hoy lo dejaremos marchar, por favor que no vuelva a repetirse.
Bueno, ¿quiere que uno de nosotros le acompañe a su estación?
Como Arturo no llevaba más
dinero, acepto, les dijo a qué estación iba, se había pasado por dos, pero un
oficial se ofreció a acompañarlo.
Subieron a un vagón
repleto de gente, esta vez Arturo no se durmió, y observo atentamente la
oscuridad de afuera, alumbrada por momentos por las luces del metro, y entonces
lo vio, allí estaba la criatura, parada sobre sus dos patas traseras, como un
hombre, su enorme cola que terminaba en una garra estaba al lado de sus patas,
y sobre su hombro llevaba el cuerpo del tipo del vagón.
Arturo no pudo
evitarlo, el miedo que tenía fue demasiado, y se orino, no podía decir nada,
nadie le creería, pero los ojos de aquella bestia, amarillos y brillantes lo
perseguirían por toda su vida.
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