jueves, 6 de junio de 2013

Nybbas: Demonios de la noche


Conocido como Nibas, el leal, o legión, son una especie de demonios de baja categoría, rechazados del infierno, pero que no pueden llegar a tomar forma material en la tierra.

Se alimentan de las pesadillas y usualmente la gente les confunde con seres benévolos que brindan un sueño tranquilo y alivio de las penas del día a cambio de un pequeño pago, la amistad.

No piden ofrendas o sacrificios, pero es allí donde radica su peligrosidad.

Devoran tus miedos, y tus anhelos, para luego utilizarlos en tu contra, y alimentar el odio, el temor, y cualquier sentimiento negativo en tu persona, mismo que esconderán al llegar la noche, sumiéndote de nuevo en el sueño de los condenados, aislándote poco a poco de tu mundo, hasta que te vuelvas su títere, su cuerpo en este mundo.

Y cuando no pueden volverte su esclavo, cuando no les aceptas, estos seres tan mezquinos acuden a los lechos de la gente para susurrarles insidias a los oídos y plagar sus mentes de pesadillas que olvidaran al día siguiente, pero que menguaran poco a poco la vida de su víctima.
No puede dárseles muerte al ser seres inmateriales, pero hay conjuros que los mantienen a raya, o que los alejan para siempre de una persona, como la siguiente.

“Deus servo mihi. Tutela meus viscus ex vulnere, tutela meus animus ex malum.Contego mihi ex hostium.”


Esta oración debe rezarse antes de dormir, y al despertarse durante siete días y mantendrá al Nybbas alejado para siempre. 






El perro confidente


Casi en todo el mundo hay pueblos aislados de las grandes ciudades, algunos no están nada atrasados con respecto a la tecnología de las grandes metrópolis pero otros parecieran haberse estancado en el tiempo.

Nuestra historia transcurre en un pueblo conservador y un tanto atrasado en tecnología, un pueblito en medio de las montañas, limpio, ordenado, y sobre todo tranquilo. Aquel sitio solo cuenta con cuatro escuelas, un hospital, y un cine, también un rio y un solo hotel, solo hay una carretera que conduce hasta él, y aunque no suelen llegar muchos turistas, de vez en cuando alguno se deja caer por sus paisajes de ensueño.

A este idílico pueblecito de las montañas llego una pareja de recién casados, un pintor de carteles publicitarios y una aspirante a novelista que se dedicaba a escribir columnas en los periódicos. Llegaron a ese sitio buscando una vida pacifica, y eso tuvieron por mucho tiempo, inclusive la señora pudo escribir un par de libros que se vendieron bastante bien.

Habían comprado una casa en las orillas del pueblo, era el sitio perfecto pues estaban lo bastante cerca de este como para comprar sus cosas, pero también lo suficientemente apartados para mantener su privacidad y su paz. Y fue entonces cuando se plantearon la idea de hacer crecer la familia, cosa a la que el hombre le tenía mucho miedo.

—Vamos Dorian, sería lindo tener un bebe, imagínatelo, corriendo por toda la casa, llevándolo de pesca…

—Pero Julie, por favor, no sé, siento que aún no estoy listo, y si empezamos por algo… menos demandante…

— ¿Cómo qué?

—Un perrito, si un perrito

Fue la primera discusión de la pareja, pero Julie, la esposa, entendiendo que Dorian había crecido sin su padre, decidió darle una oportunidad y adoptaron a un perro del refugio de animales del pueblo, no tenían muchos, pero ocurrió que aquel perro de raza pastor Alemán había quedado sin casa, ya que su dueño había muerto y no había nadie que lo cuidara, era tan obediente y manso, que pronto el joven matrimonio se decidió que querían a Rex en su vida.

Y pareció hacerles mucho bien, pues Dorian podía relajarse mientras Julie escribía, cada tarde sacaba a Rex a dar largos caminos por el rio, algunas veces lo hacía Julie pero en la mañana, Rex era el perro ideal, y a ojos de Julie, Dorian era el esposo ideal, desde que llegó el perro, Dorian se volvió más ordenado y seguro de sí mismo.

Todo parecía ser miel sobre hojuelas, y para la cereza del pastel, en cinco meses, Julie y Dorian ya esperaban un bebe.

Claro que con esto, Rex se tenía que quedar en el patio de atrás, y era sacado a pasear en la mañana y en la tarde por Dorian.

Pero ocurrió que mientras los felices Dorian y Julie vivían su vida de ensueño, en el pueblo comenzaron a ocurrir cosas extrañas. Una mañana un par de excursionistas llegaron al pueblo, fueron al rio y de allí en adelante no se supo más de ellos, los guardabosques los buscaron pero no encontraron nada.

Luego la historia volvió a repetirse, pero esta vez los turistas habían dejado sus coches en el bosque, y en ellos se encontraron pedazos de pelo y manchas de sangre, la policía comenzó a preocuparse, quizás un animal salvaje peligroso rondara en aquella zona, no sería raro, pues de vez en cuando en las comunidades cercanas a la naturaleza, algún animal del bosque o las montañas sale de su territorio a buscar comida. Y eso hubieran seguido creyendo de no ser porque las desapariciones fueron en aumento, y no solo por los pocos turistas que llegaban al pueblo, sino por los niños del pueblo.

Julie estaba preocupada, esperaban un bebe y el saber que había un loco secuestrando niños le atemorizaba, Dorian le decía que iban  estar bien, que tenían a Rex y que el pueblo pronto volvería a ser seguro.

Pasaron los meses, nunca encontraron al roba niños, ni al animal que mataba a la gente, incluso se había mandado un investigador de la ciudad, pero el sujeto desapareció, y con él fue el cese de los crímenes.

Pero ocurrió que un día, como cualquier otro, Dorian salió en la tarde a dar la vuelta con Rex, la vuelta que usualmente duraba una hora se alargó a cinco, y Julie estaba preocupada, así que decidió llamar a la policía del pueblo.

Entre los oficiales del pueblo y los guardabosques buscaron a Dorian por un largo rato, hasta que uno de ellos lo encontró en el sendero que llevaba al rio, Dorian estaba herido, cojeaba del pie derecho y uno de sus hombros sangraba, a su lado y con el hocico cubierto de sangre iba Rex.
Julie se lanzó a sus brazos en cuanto lo vio.

—Dorian, cielo santo, Dorian, ¿pero qué te paso?

—Calma Julie, en el bosque me ataco un lobo, o algo así, pero Rex lo ahuyento, además me caí pero…estoy bien

Llevaron a Dorian al médico, a pesar de que él no quería, y aunque la historia del lobo era bastante creíble por las magulladuras en su pierna, el corte que llevaba en el hombro era demasiado fino como para haber sido hecho con garras, más parecía que le habían enterrado un cuchillo. Pero nadie dijo nada, había sido un día traumático para los jóvenes y los dejaron irse a casa.

Los días pasaron en calma, Dorian progresaba bastante bien atendido por Julie, la vida volvía a la normalidad, excepto por Rex.

El perro estaba bastante inquiero, agresivo y no quería comer ya su alimento, Julie pensó que era porque ya no lo sacaban a pasear, así que un día en la mañana mientras Dorian todavía dormía, Julie le puso la correa a Rex y se dispuso a sacarlo a pasear, ya lo había hecho antes, así que ¿Qué podía salir mal?

Julie no podía controlar a Rex, el animal se jalaba demasiado e insistía en irse al bosque. Julie estaba embarazada de tres meses y no podía esforzarse mucho, así que termino por soltar al perro.

Un joven vecino que por allí pasaba se ofreció a ayudarle a atrapar al perro y ambos se adentraron al bosque, hasta que Rex llego a una pequeña cueva escondida en las montañas, estaba muy oscuro y un intenso olor a podredumbre emanaba de la cueva.

Julie llamo al perro varias veces, pero como este no salía, tuvieron que entrar. El joven llevaba una linterna, con la cual pudieron ver al perro que devoraba algo con gran entusiasmo, algo que olía realmente mal, a tal punto que Julie vomito.

El joven se acercó al perro, y con horror descubrió que aquello de lo que el perro se alimentaba era el cuerpo de una persona.

Rex le gruño con los dientes cubiertos de sangre, el joven blandió la linterna como si fuera una espada, y el perro se le echó encima, aplastándole el pecho, y lanzándole dentelladas que solo eran retenidas por la linterna del joven.

Al ver la escena Julie comenzó a gritarle al perro y al lanzarle piedras, una le dio en el ojo y el animal salió corriendo.

— ¿Esta bien?

—No señora, mire, mire

El joven enfoco el cadáver del que Rex se había estado alimentando, y Julie grito de horror, luego la luz se enfocó más al fondo, y allí, amontonados en pila había varios cuerpos mutilados. Al lado de la pila de cuerpos había una mesita de madera llena de sangre, con varios cuchillos y hachas, y en la pared de piedra, una estantería de madera, y sobre ella la motosierra de Dorian que le había regalado su madre el año pasado.

—Hay que ir con la policía, ¿Recordaras el camino?

—Claro señora

Salieron rápidamente de aquella cueva del infierno, y fueron al pueblo, de inmediato los guardabosques y el joven fueron a la cueva, donde descubrieron  alrededor de cincuenta cuerpos, todos ellos mutilados y destrozados, entre ellos estaba el cuerpo del inspector de la ciudad y los de varios niños del pueblo.


Por otra parte los policías del pueblo junto con Julie habían ido a la casa, pero al llegar Dorian ya no estaba y Rex tampoco.

Leyenda Urbana: No solo los perros lamen

(imagen de ciberblogadictos2)

Era un viernes por la noche y Sofía Brennon estaba acurrucada en su cómodo sofá con las luces apagadas, un enorme plato de cereal con leche, y un poco de helado viendo la televisión, esa noche pasaban un maratón de películas de miedo que a ella le encantaba ver, a pesar de que luego no podía conciliar el sueño.

—Pero por eso te tengo a ti

Dijo acariciando la enorme cabeza de Cronos, su perro, que tenía la costumbre de siempre lamerle la mano cuando ella le acariciaba, era una forma de darle ánimos, pensaba Sofía. Pasó el tiempo y dando las dos de la madrugada Sofía decidió que habían sido suficientes películas por un día, así que se fue a dormir llevándose al perro consigo.

Como era común en esas noches luego de ver películas de terror, Cronos se quedó al lado de la cama, así si Sofía sentía temor, solo era necesario bajar la mano y el animal se la lamería en un gesto que le indicaba que todo estaba bien.

No fue consciente del momento en que se durmió, pero de pronto fue despertada por un extraño ruido, algo goteaba en el baño. Instintivamente bajo la mano, y sintió la lengüetada de Cronos. Una vez más tranquila bajo de la cama, y sin encender las luces, se dirigió al baño, y allí fue recibida por una macabra imagen.

Colgado de la regadera, abierto en canal, estaba Cronos.

Sofía grito horrorizada, salió corriendo del baño, agarro lo primero que encontró para utilizarlo como arma, una sombrilla, y encendió las luces, y allí, en el espejo de su tocador escrito con sangre estaba la siguiente frase: “No solo los perros lamen”

Inmediatamente salió de su habitación en busca del teléfono, tenía que llamar a la policía, y justo cuando llego a la sala pudo ver la figura de un hombre delgado y de piel grisácea que salía por la ventana. Sofía se paralizo del susto, no sabía qué hacer, pero ya tenía el teléfono en la mano, y justo cuando comenzó a marcar, aquella persona alzó la vista y le dedico una macabra sonrisa a Sofía, al tiempo en que le decía adiós con la mano.


Hay que vigilar muy bien las puertas y ventanas antes de dormir, nunca se sabe a qué estamos expuestos, en esta ocasión fue solo un perro, pero nunca se sabe, cualquiera podría ser el siguiente.

martes, 4 de junio de 2013

La bestia del metro

En muchas ciudades al rededor del mundo se utiliza un medio de transporte llamado metro, que consiste a grandes rasgos en un enorme vehículo de metal dividido en varios vagones que se mueve sobre unos rieles que recorren toda o parte de una ciudad. Es como un tren, solo que el metro por lo regular se mueve por debajo de la tierra, a través de oscuros túneles, y es precisamente en uno de estos metros subterráneos donde supuestamente aconteció esta historia.

Había sido un día extenuante en el trabajo, Arturo Rivera caminaba lentamente por las empapadas calles de la ciudad, con el pesado maletín de piel en una mano, y la carpeta llena de papeles en la otra. No había comido nada desde las dos de la tarde y ya eran las nueve y media de la noche, estaba cansado y como no traía tanto dinero como para tomar un taxi hasta su hogar, decidió tomar el metro, después de todo vivía a una calle de la estación número cinco, tardaría una hora o cuarenta minutos a lo máximo en llegar a su casa.

Como de costumbre, la estación estaba llena de gente que como él, volvían de un arduo día de trabajo, y se dirigían a sus hogares.

Esperó pocos minutos en el andén para que llegara el metro. Estaba casi vacío, pero no tardo en llenarse, como era de esperar, los asientos se ocuparon nada más subir la gente, y al cansado Arturo no le quedó más remedio que ir de pie, llevando la carpeta llena de papeles bajo la axila y el maletín en una sola mano, mientras se agarraba al tubo del techo con la otra.

De lo cansado que iba se quedó dormido por momentos, pero el ajetreo de la gente amontonada lo despertaba, pasaron tres estaciones, y el metro se fue vaciando, entonces Arturo pudo sentarse y se quedó profundamente dormido.Una brusca sacudida lo hizo caerse del asiento.

Arturo se despertó de inmediato, observo a su alrededor, las luces del vagón eran tenues y parpadeaban, afuera del vagón todo estaba oscuro.

Un cosquilleo le recorrió la espalda, era miedo, pero lo descarto de inmediato en cuanto se puso de pie y se arregló el saco y la camisa, observo a su alrededor, los papeles estaban regados por el suelo, y su maletín había acabado en la otra orilla del vagón, que apenas Arturo noto, estaba vacío. Un escalofrió le recorrió el cuerpo y una gota de sudor resbalo por su mejilla, al tiempo en que su mente intentaba asimilar lo que ocurría.

Estaba solo en el vagón del metro, que al parecer había frenado en mitad del túnel, y seguía sin moverse.

—Una falla quizás —Dijo para sí mismo al tiempo en que recogía sus cosas.

Un ruido interrumpió sus pensamientos, el ruido de algo golpeando el cristal. Arturo salto por el susto y se volteó rápidamente con el maletín en alto como un escudo.

—Hey, tranquilo —Dijo una voz de varón— ¿Usted apretó el freno de emergencia o algo?

Arturo se tranquilizó y se regañó mentalmente por su actitud tan infantil, estaba en el metro, no en una película de terror, así que bajo el maletín y se dirigió a la puerta que separaba los vagones, allí había un hombre que no se veía peligroso, el hombre era de tez morena, vestía una camiseta de color blanco y un pantalón deportivo.

—No he sido yo, ¿Qué ha pasado? —Respondió Arturo.

El hombre al otro lado del cristal negó con la cabeza.

—No se amigó, pero sí que ha sido raro, ¿en qué estación estamos, o a cuál cree que estamos a punto de llegar?

Arturo se encogió de hombros, la última estación que recordaba fue la numero tres, donde por fin pudo sentarse y dormirse.

En eso estaban platicando, aunque ninguno de los dos intento abrir la puerta que los separaba, quizás era por la psicosis típica de las grandes ciudades, el miedo a ser agredido por un extraño.

De pronto algo golpeo el techo del vagón donde Arturo se encontraba..

— ¿Qué ha sido eso?

Ambos hombres se alejaron de la puerta y observaron el techo, cuando escucharon un ruido como de pisadas que se alejaba de ellos.

—Una rata —Dijo el hombre al otro lado de la puerta.

Arturo no dijo nada, pero él pensaba que una rata no podía provocar semejante ruido, al menos que fuera una rata muy grande.

De nuevo escucharon el ruido como de pisadas, pisadas rápidas que ahora venían hacia ellos, y luego, cuando ya estaban sobre ellos, hubo silencio.

— ¿Qué demonios? —Mascullo Arturo mientras se asomaba por las ventanas, pero era imposible ver algo, todo estaba muy oscuro.

— ¡Ahhh!

El grito desgarrador del otro hombre le helo la sangre a Arturo, de inmediato se lanzó contra la puerta e intento abrirla, pero justo cuando alzo la vista y observo por el cristal rectangular de la puerta la sangre se le helo, y no pudo hacer más que mirar como un horrendo ser con forma de rata humanoide, del tamaño de un hombre adulto destrozaba al pobre sujeto del otro vagón.

Horrorizado, Arturo retrocedió lentamente, pero los nervios le traicionaron y dejo caer el maletín.

La criatura volvió su horrenda cara hacia Arturo. Aquella cosa tenia un rostro canino, no tenia pelo sobre él, tampoco labios, y sus enormes y afilados dientes estaban manchados de sangre.

El monstruo aulló, un sonido que Arturo no había escuchado nunca, y con una gran agilidad se puso de pie y salto por la ventana del metro que estaba abierta y luego vio como la enorme cola de la criatura que al parecer terminaba en una extraña y enorme garra sujetaba el cuerpo del hombre del otro vagon y lo arrastraba con ella a las profundidades del subterráneo.

Arturo no pudo quedarse allí más tiempo, algo dentro de él le decía que la bestia volvería por el pronto, tenía que huir, se apresuró a abrir una de las ventanas del vagón, pero no tuvo éxito, así que comenzó a golpear y patear el cristal hasta romperlo, luego retiro los vidrios con su saco y salió hacia la oscuridad del túnel, para después hechar a correr con el corazón a tope rogando porque la estación anterior no estuviera lejos.

No estuvo seguro de cuánto tiempo corrió pero durante todo el tiempo pudo escuchar las garras del monstruo detrás de él y su aterrador aullido.

Por fin vio la estación del metro, había unas cuantas personas allí, corrió hacia ellas gritando que le ayudaran que había una criatura en el subterráneo.

Nadie hizo nada, incluso se alejaban de él diciéndole loco, hasta que los guardias de seguridad de la estación lo detuvieron y lo llevaron a su oficina, allí él les relato su historia, los hombres no le creyeron,  y lo amenazaron con llevarlo a un manicomio, Arturo les dijo que fueran  revisar.

—Vayan, encontraran el vagón lleno de sangre, ¡mato a un hombre!

En eso entro uno de los encargados de mantenimiento.

—Señor, el metro T-0171 acaba de llegar a la siguiente estación, esta vacío, y limpio

Arturo casi se ahoga al escuchar aquello.

—No puede ser, yo lo vi, no debe ser el tren…no debe…

— ¿Usted es Arturo Rivera? —Pregunto el hombre de mantenimiento, y en cuanto Arturo le dijo que si, le entrego su maletín— Esto es suyo, estaba en el vagón, ni sangre ni nada, pero encontré también esto...

— ¿Pastillas? —Dijo el jefe de seguridad.

—Sí, vera sufro de estrés y me ayudan a relajarme —Explico Arturo.

— ¡Pues ya está!, señor, procure no tomar estas cosas estando tan cansado, ha de haber tenido una alucinación, por hoy lo dejaremos marchar, por favor que no vuelva a repetirse. Bueno, ¿quiere que uno de nosotros le acompañe a su estación?

Como Arturo no llevaba más dinero, acepto, les dijo a qué estación iba, se había pasado por dos, pero un oficial se ofreció a acompañarlo.

Subieron a un vagón repleto de gente, esta vez Arturo no se durmió, y observo atentamente la oscuridad de afuera, alumbrada por momentos por las luces del metro, y entonces lo vio, allí estaba la criatura, parada sobre sus dos patas traseras, como un hombre, su enorme cola que terminaba en una garra estaba al lado de sus patas, y sobre su hombro llevaba el cuerpo del tipo del vagón.

Arturo no pudo evitarlo, el miedo que tenía fue demasiado, y se orino, no podía decir nada, nadie le creería, pero los ojos de aquella bestia, amarillos y brillantes lo perseguirían por toda su vida.


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